El legado de la València árabe

El legado árabe en València es tan profundo que va más allá de las manifestaciones arquitectónicas y monumentales. Permanece alojado en el alma de la ciudad y sus habitantes. Se refleja en la forma de ser y de vivir de los valencianos, en su modo de trabajar el campo y de alimentarlo con un sistema de regadío ancestral. Se constata en el lenguaje que emplean, en la toponimia del área metropolitana… En mil detalles que ejemplifican la huella indeleble que han dejado en esta tierra los más de cinco siglos de presencia musulmana. Porque València, antes que València fue Balansiya, una urbe que fue amada y luego añorada por la cultura islámica.

La luz infinita de una nueva era  

Los musulmanes conquistaron València en el año 714. Su llegada fue pacífica y permitió la coexistencia generosa con los antiguos moradores. Los primeros siglos la ciudad no adquirió gran relevancia política. Primero era conocida como Medina al-Turab (ciudad de la arena), aunque pronto se impuso la denominación Balansiya, que inicialmente designaba todo el territorio de esta taifa integrada en Al-Ándalus.

Es conocida su destrucción por parte de Abd al-Rahman I, primer emir de Córdoba, para sofocar la revuelta de un ejército sirio abasí contrario a su califato. No obstante, fue su hijo, Abd allah al-Balansí, quien se hizo construir a las afueras un palacio con amplia zona ajardinada, la Russafa, que dio nombre al actual barrio. La nueva cultura se impone con gran fuerza y aporta a la región medio milenio de prosperidad y auge. La agricultura evoluciona de manera impresionante. Se traen nuevos cultivos, como los cítricos, el arroz y el azafrán, y se gestionan con sabiduría las acequias que los alimentan, dando lugar a la fecunda Horta. El Tribunal de las aguas, que aún dirime las disputas entre regantes, es herencia directa de su presencia decisiva. Los árabes también nos trajeron el sistema de numeración, el desarrollo de las matemáticas y la afición por la pólvora y la música, que tanto nos identifica y de la que no hay más que vivir unas Fallas a ritmo de dolçaina i tabalet para constatar su impronta. A ellos también se debe la costumbre, tan valenciana y presente en todo festejo que se precie, de lanzar dulces, regalos o caramelos en plena calle. Además, su rastro aún se puede ver en las artes pesqueras, como la tradicional captura del redolí o calà, transmitida de generación en generación en l’Albufera, o en los idiomas castellano y valenciano, con miles de étimos que hoy se reflejan en la denominación de municipios y de instrumental, expresión sonora de su influencia. Como introductores del papel en occidente, durante mucho tiempo consiguieron que el elaborado en Xàtiva fuera considerado el más apreciado del mundo. Al igual que la producción en tejidos de seda de sus telares y en la cerámica azul con reflejos metálicos o en los magníficos socarrats que aún hoy podemos seguir admirando en los maestros artesanos de Manises y Paterna o en el Museo Nacional González Martí. 

Los últimos días de Balansiya 

El mayor momento de esplendor de la València árabe se vivió con la entronización de Abd al Aziz en el año 1021. Su reinado inauguró la Taifa de Balansiya y se prolongó durante más de cuatro décadas. Su gran legado fue la edificación de un perímetro amurallado, muy admirado en toda Al-Ándalus, y que se conservó hasta la ampliación cristiana del siglo XIV. Décadas después, y tras el corto periplo de El Cid como amo y señor de la ciudad, el dominio islámico pasa de manos de los almorávides a la de los almohades, pero ya sin la pujanza de los años de magnificencia. Son los últimos administradores musulmanes, y pronto verán como su estimado bastión cae bajo las tropas de Jaume I, el rey conquistador, el 9 de octubre de 1238.  

El misterio de los monumentos desaparecidos 

El traspaso de poder a una civilización diferente, una civilización amparada en otra religión monoteísta, explica el hecho de que, en pleno siglo XXI, los vestigios arquitectónicos de la València islámica parezcan haberse esfumado. Los numerosos hammam existentes al final del periodo de dominación árabe se fueron abandonando y desapareciendo. Es verdad que surgieron más tarde otros de clara influencia islámica, aunque de construcción posterior. La única muestra que ha llegado hasta nuestros días, y que puede visitarse completamente restaurada, es el que representan los conocidos como Baños del Almirante. Peor fortuna corrieron las mezquitas, ya que sirvieron de base para erigir las iglesias cristianas, como pasó en el caso de Santa Catalina, los Santos Juanes y la misma Catedral, entre otros muchos templos. El caso de la muralla, es diferente. Cuando el rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso decidió levantar un muro defensivo de perímetro superior para guarecer los últimos barrios surgidos, varios tramos de la fortificación árabe quedaron relegados a pared medianera de muchas casas de nueva planta, salvaguardando así su integridad. 

Siguiendo el recorrido de la muralla árabe 

Algunos de esos mismos tramos son los que actualmente se pueden contemplar ubicados en las sedes de entidades públicas y privadas. Es el caso centro de estudios de la Florida State University (Blanquerías, 2), que contiene parte del lienzo con almenas y una torre semicircular, y del Colegio Mayor Rector Mayor Peset (Pl. del Forn de Sant Nicolau, 4), con presencia de la base del muro y una torre curvada, así como del edificio del Centro Cultural Octubre. En el palacio de los Fernández de Córdoba, sede de la academia de idiomas Españolé (Caballeros, 36 y 38) se ha conservado una importante sección de la muralla, un torreón y restos de la puerta de Bab-Al-Hanax (de la culebra). Idéntica circunstancia que en el interior del horno Montaner (Roteros, 5) y en el edificio de La Nau de la Universitat de València. Existe un buen número de locales de restauración que contienen restos de la muralla integrados en su interior: Orio (San Vicente Mártir, 23), La Muralla de València (Portal de la Valldigna, 10) o Alma del Temple (Almirall, 14), probablemente, el espacio gastronómico más especial de toda València. 

Otros vestigios se encuentran en distintos solares de Ciutat Vella: en el número 5 y entre el 15 y 19 de la calle Salinas, y en las inmediaciones de la calle Mare Vella. Pero es en torno a la torre de la Plaza del Ángel donde se ubicará el centro de interpretación de este monumento islámico. El conocido como Portal de la Valldigna fue un acceso abierto en la propia muralla árabe y empleado como entrada a la morería que se constituyó tras la dominación cristiana. Un punto de visita imprescindible para conocer esta construcción en su conjunto es la Galería del Tossal (Plaza del Tossal s/n), infraestructura subterránea donde se han conservado parte de una torre defensiva, construida en tapial de mortero, junto a un buen recorrido del muro defensivo. Para quien no quiera perderse nada, este es un recorrido por todos los tramos localizados. 

Aroma y sabor de antaño 

Si en la manera de concebir la vida y en la idiosincrasia de València se percibe la huella poderosa de la ciudad árabe y su influjo en la actual, sólo a través del deleite y la bonanza de la cocina andalusí se llega a experimentar con los cinco sentidos aquellos siglos de cultura y progreso. Ningún lugar mejor para poder hacerlo que el restaurante Balansiya (Pº Facultades, 3), que une a su condición de espacio ideal para degustar especialidades que han sobrevivido al paso de los siglos, su labor divulgativa de una cultura como la islámica que tanto ha influido en la ciudad. Para una experiencia completa en lo gastronómico, existen otras propuestas de la cocina Halal, como Aladwaq (Nau, 16) o Aljuzama (Plaza Xúquer, 10). 

Sabores, aromas, palabras, costumbres, labores, poderosos muros, diferentes vestigios… La cultura de Al-Ándalus está aún muy presente en la ciudad de València. ¡Sumérgete en ella!